—¿Ah, sí? —digo, sorprendida. Él está al mando. Lo ha dejado bastante claro.
—Tú lo estás. —Sonríe y yo frunzo el ceño—. Tú eres quien está al mando, nena.
—Pero siempre insistes en que eres tú quien está al mando.
Se encoge de hombros.
—Me gusta que alimentes mi ego.
Me echo a reír.
—¿Estás de coña?
—No.
Dejo de reírme al ver que él no lo hace, aunque esto es bastante gracioso. No hay duda de que manda él. ¿Qué le pasa ahora?
Me atraviesa los ojos con su magnífica mirada.
—Yo tengo el mando de tu cuerpo, Addison. Cuando esos preciosos ojos están cargados de lujuria por mí, ahí es cuando tengo el poder. —Me suelta las mejillas y desliza las palmas de las manos por el interior de mis muslos.
Me pongo tensa, separo los labios y lo agarro de la chaqueta con los puños.
Nick sonríe, se inclina y me besa suavemente.
—¿Lo ves? —susurra, y aparta las manos de mis muslos y me quita las manos de su pecho—. Y ahora el mando vuelve a ser tuyo.
Lo observo con una media sonr