—¿Y qué más puedes decirme? —Habla con poca cortesía.
Me giro y lo miro con curiosidad de nuevo mientras me aplico el
gloss
. Él hace caso omiso de mi mirada y me besa suavemente en la mejilla.
—Qué puta casualidad que la otra cámara estuviera rota —dice secamente—. ¿Has comprobado las grabaciones del exterior del bar?
«Oh, oh...»
Entonces respira hondo. Le aprieto el muslo y él me mira y me besa en la frente.
—Vale, ya me dirás algo. —Tira el teléfono sobre la encimera y éste se desliza unos cuantos centímetros—. No me lo puedo creer —masculla.
—Crees que es Marcus el de la grabación, ¿verdad?
—Sí.
No sé de qué me sorprendo, ya sabía que lo pensaba, pero la confirmación hace que me ponga más nerviosa.
—¿Crees que fue él quien me drogó? —espeto.
—No lo sé, Addison. —Parece totalmente desmoralizado.
—Sería un poco exagerado, ¿no?
—Me odia, Addison. Sabe que eres mi talón de Aquiles. Estaba esperando esta oportunidad.
Me aparto y me giro para mirarlo.
—¿Y si vamos