Con los ojos fijos en los suyos, empiezo a desabrocharle el botón del pantalón y mis nudillos rozan su sólida erección provocándole una sacudida.
Cierra los ojos con fuerza. Le bajo la cremallera lentamente, deslizo la mano por dentro de sus bóxeres y me abro paso a través de la masa de pelo oscuro.
Se estremece y levanta la mirada hacia el techo. Los músculos de su pecho se contraen y se relajan y no puedo evitar inclinarme hacia adelante y pasarle la lengua por el centro del esternón.
—Addison, deberías saber que una vez que te posea, serás mía.
Estoy demasiado embriagada por la lujuria como para darle importancia a ese comentario.
—Hummm... —murmuro contra su piel mientras dibujo círculos con la lengua alrededor de su pezón y saco la mano de sus calzoncillos. Agarro el elástico y los hago descender por su perfecta cadera. Su erección se libera como un resorte.
«¡Madre mía, es enorme!» La punta, hinchada y húmeda, me está señalando. La exclamación involuntaria q