—Pues vuelve a ducharte conmigo.
—Subiré dentro de un minuto. Tengo que llamar a Lucas. —Me aparto de él y me dirijo a la cocina—. ¿Y mi teléfono?
—Cargándose. ¡No tardes! —me grita.
Encuentro el móvil y llamo a Lucas.
—¿Sí? —responde con voz ronca al otro lado de la línea. Parece resacoso.
—Hola. ¿Te encuentras mal? —pregunto.
—No, cansada. ¿Qué hora es?
Miro el reloj del horno.
—Las once.
—¡Mierda! —exclama, y oigo ruidos de fondo—. Samanta, vistete. ¡Llego tarde! ¡Addison, debería estar en Chelsea en una entrevista de trabajo! Luego te llamo.
—Oye, ¿vamos a salir hoy al final? —digo antes de que me cuelgue. Ahora sé que se la pasado muy bien. ¿Quién es Samanta?
—Claro. ¿Te dan permiso? —bromea.
—¡Sí! Te recojo a las siete.
—¡Vale! Hasta luego.
Cuelgo, y mi teléfono me alerta inmediatamente de que tengo un mensaje de texto. Lo abro y en ese instante el videoportero del ático empieza a sonar. Mientras me acerco al dispositivo inalámbrico que me conectará con Clive, ojeo