Al instante disminuye la presión contra la puerta y me mira a través del cristal con aire de preocupación.
—¿Tú qué crees que voy a hacer?
—No lo sé —miento. Sé perfectamente lo que va a hacer. Va a echarme un polvo para hacerme entrar en razón.
Las manos pegadas a la puerta evitan que me lleve los dedos al pelo. Su inquietud parece aumentar y la presión disminuye aún más. Aprovechando la situación, cierro la puerta y corro el pestillo.
Se queda con la boca abierta.
—No me puedo creer que hayas hecho eso. —Intenta abrir y yo retrocedo—. Addison, abre —ordena. Niego con la cabeza. Su pecho desnudo empieza a agitarse con violencia—. Addison, ya sabes cómo me hace sentir no poder tocarte. Abre la puerta.
—No. Dime que vamos a hablar sobre «nuestra» boda de manera razonable.
—Eso hacíamos. —Intenta abrir de nuevo y la puerta tiembla—. Addison, por favor, abre.
—No, no estábamos hablando de ello, Nick. Tú me estabas diciendo cómo iba a ser. Nunca antes habías tenido una r