—Me has causado muchos problemas —dice negando con la cabeza de vuelta a su mostrador—. Y no sé qué le ha pasado a la puerta del ascensor. Eres un torbellino, Addison.
¿Yo? Pongo los ojos en blanco. No voy a defenderme.
—Lo sé. ¿Cómo puedo compensarte?
Me apoyo con los codos en el mostrador y pongo mi cara más angelical.
—No me mires así, jovencita —me recrimina.
Le dedico una caída de ojos y él intenta no sonreír, pero las comisuras de los labios lo delatan. Ya casi lo tengo.
—¿Cuál es tu bebida favorita? —A los jubilados les encanta el whisky.
Levanta la vista del correo. «¡Bingo!»
—Un Glenmorangie Port Wood Finish —dice mientras se le ilumina la cara.
—Hecho —digo. Y Clive sonríe—. Y de verdad que lo siento mucho. No sé qué me pasó.
Lo sé perfectamente: Nick White. Eso me pasó.
—Está olvidado. Ten, tu correo. —Me da un par de sobres.
—Gracias, Clive.
Salgo a la luz del día, me pongo las gafas y meto los sobres en el bolso. Hace un día precioso y tengo muchas gana