—¡Esa boca! —Su voz atronadora se hace más aguda a medida que se une a mi placer, y me suelta el pelo antes de hundir el puño en el colchón. Se adentra en mí todo lo que puede y se queda ahí, con la cabeza echada hacia atrás.
Ruge.
Siento su orgasmo caliente inundando mi interior. Suelto la cabecera de la cama y me agarro a su pecho. Deja caer la cabeza, nuestras miradas se encuentran y balancea las caderas para calmarnos a los dos.
—¿A que no ha sido tan difícil? —Su voz es seca y áspera.
Le acaricio el pecho con las palmas de las manos.
—Estaba embriagada —respondo, y me doy una patada mental por lo bien que he elegido la frase.
No puede tomarme la palabra, no así. Pero entonces caigo en la cuenta de que es Nick, mi hombre controlador y exigente. Me va a tomar la palabra, no me cabe duda.
Sonríe. Es una sonrisa amplia y gloriosa, y me besa con ternura. Luego se tumba en la cama, de forma que quedo tendida sobre su pecho. Sus dedos recorren mi columna vertebral y me recoge