—¡Sí! —chillo mientras suelto todo el aire que tenía en los pulmones y me catapulto a una sensación de plena satisfacción que me hace temblar de pies a cabeza y me arquea la espalda. Mi cuerpo se sacude repetidamente con violentos espasmos.
—¡Sí! —Él se derrumba sobre mí y me aprisiona contra el mármol.
Dejo caer los brazos por encima de la cabeza con una exhalación de agotamiento y permito que mis músculos se contraigan de forma natural a su alrededor mientras yacemos jadeando y sudorosos en la isleta de la cocina. Estoy hecha polvo. Podría volver a la cama pero tengo que ir a trabajar y, aunque no se lo confesaré nunca a Nick, la verdad es que no tengo ningunas ganas de ir. Preferiría que me llevara en brazos al dormitorio y me hiciera el amor todo el día, y quizá también toda la noche.
—Buenos días —jadeo.
Él levanta la cabeza para mirarme.
—Dios, no sabes cuánto te quiero.
—Lo sé. Te has afeitado —suspiro.
Necesito volver a acostarme. Me siento como si acabara