—Lo siento. —Se guarda el espray en el delantal y me toma las manos entre los dedos arrugados y morenos—. El señor White no dijo que usted iba a venir.
Me muevo con nerviosismo al ver el pánico que invade a la mujer y lanzo a Lucas una mirada de enfado, pero no se da cuenta. Está muy ocupado curioseando la colosal habitación. Sonrío para tranquilizar a la limpiadora española, a la que nuestra presencia ha puesto en un compromiso.
—No pasa nada —le aseguro. Me hace otra reverencia y se aparta a un lado para que Lucas y yo nos hagamos una idea de dónde estamos.
Lo primero que me llama la atención es lo hermoso que es el salón. Al igual que el resto del Hotel, los materiales y los muebles son una belleza. El espacio es inmenso, más de la mitad de la planta y, cuando me fijo con atención, veo que da la vuelta sobre sí mismo y rodea la escalera. Hemos entrado por el centro del salón, así que es aún más grande de lo que pensaba. El techo es alto y abovedado, con vigas de mad