Me duele la cabeza. Esto es como un puzle de mil piezas: cada una va encajando en su sitio, muy despacio. Yo le dije que tenía un hotel encantador. Debe de pensar que soy medio tonta. Dejó caer bastantes pistas con su lista de especificaciones, pero, como estaba tan distraída con él, no atrapé ni una. ¿Es el dueño de un club de sexo privado? Es horrible. ¿Y el sexo? Dios, el dichoso sexo. Por eso todos le dicen Mr. Sexo. Es todo un experto fuera de serie, y no es por sus relaciones anteriores. Él mismo me dijo que no tenía tiempo para relaciones. Ahora ya sé por qué.
—Voy a marcharme ahora mismo y vas a dejar que me vaya —digo con toda la determinación que siento. Está claro que he sido un juguete para él. Estoy más que espesa, he perdido por completo la razón.
Se muerde el labio con furia cuando paso junto a él y bajo la escalera como una exhalación.
—Addison, espera —me suplica pisándome los talones.
Recuerdo la última vez que salí huyendo de aquí. No debería ha