La risa me escapó de los labios, un sonido hueco y roto que resonó en el silencio de la habitación. Tenía sangre en la boca y moretones en la piel, pero la satisfacción de haber destruido sus recuerdos era más poderosa que cualquier dolor. Me reí, y me sentí viva. Él abrió la puerta, y me miró con una furia tan grande que me hizo temblar, no por miedo, sino por la adrenalina. Me levanté del suelo, y a pesar de la sangre en mi cuerpo, me enfrenté a él.
—¿Qué hiciste? —dijo, la voz era baja y peligrosa.
—Destruí tus recuerdos —respondí, y me reí de nuevo.
Él se quedó en silencio, me miró con una calma aterradora, como un depredador que encuentra a su presa. Mis pies estaban heridos, mis rodillas sangraban, y a pesar del dolor, caminé hacia él. Aun llevaba los pedazos del vestido de novia, la ropa interior rota y sangrante, y moretones en toda mi piel. Estaba adolorida, la entrepierna me zumbaba de dolor. Darak Savage me robó la virginidad, me robó a mi padre y mi maldita vida. Tenía que