— Voy a hacer la ronda — dije levantándome.
— Friega el plato. Aquí se hace de todo — ordenó Kelly — Y no lo fregaste anoche ni esta mañana.
— Lo siento. Ahora lo hago — dije apurado y cogí el plato. Me alegré de aquellas incursiones camufladas en la Capital: si fuese por el Consejo, ni siquiera sabría cómo usar una escoba.
Después de fregar el plato, secarlo y colocarlo en su sitio, salí. La chica de antes me estaba esperando. Seguía sonrojada, aunque se había cambiado de ropa: parecía más limpia y cómoda que la de antes.
— Hola — la saludé con una sonrisa.
— Ho-hola — me respondió con timidez.
— ¿Cómo te llamas?
Ella me miró un segundo con la sorpresa en sus ojos marrones.
— Na-narcisa.
— Es un nombre muy bonito. ¿Vamos?
— Gra-gracias. S-sí, va-amos — me dijo pero se quedó quieta.
La miré y solté una suave risa grave.
— ¡Ay! L-lo siento mu-mucho — se disculpó nerviosa — Y-yo nu-nunca he...
— Si quieres, puedo darte las clases de autodefensa sin necesidad de