Cuando me puse el traje, me sentí un poco más yo. Era curioso como unos harapos podían cambiar la percepción de uno mismo. ¿O acaso me había metido demasiado en el papel de mendigo? No lo sabía. El traje no era como los que tenía en el Palacio: elegantes, sobrios, con telas caras y bordados exquisitos. Era de cuero y aunque olía con intensidad, me sentía... diferente. Más libre, más yo. Me resultó muy fácil ponérmelo, Kelly había hecho un trabajo excelente. Flexioné y estiré los brazos y las piernas: la medición había sido extremadamente incómoda y excitante, pero el traje me quedaba perfecto. Busqué un espejo con la mirada pero no encontré ninguno.
"¡Qué se le hará..!" — pensé con un suspiro al no poder comprobar que todo estuviera perfectamente colocado.
"Estás en la zona más marginal. No creo que te critiquen por una arruga en el traje" — dijo mi lobo.
"Cierto. La costumbre" — le dije saliendo de la habitación.
Aunque no conocía aún el orfanato, recordaba dónde habíamos dej