Vi aparecer a Kelly y Kael con dos carromatos cargados de recursos de la Capital. En realidad, nunca había entendido porque hacíamos los envíos pero era algo que hacía mi padre así que lo había mantenido. Aunque viendo la situación de las aldeas, tampoco me parecía un mal destino que terminasen aquí, tan sólo esperaba que no tuviera grandes repercusiones en el reino. También esperaba que Coren me hubiera hecho caso y pusiese como escolta a los soldados corruptos: sabía que tres cuartas partes de mi ejército lo eran, pero no podía hacer nada sin enfrentarme al Consejo. Sin saberlo, Kael y Kelly podían ayudarme a hacer limpieza a cambio de recursos, y todo sin que el Consejo sospechase nada.
Sonreí cuando me preguntaron qué había pasado.
— Estaba tranquilo, sentado en una esquina dejando pasar el tiempo, cuando un grupo de niños me habló. Querían saber cómo es la vida en la Capital. No sé como se enteraron, pero...
— Ve al grano. — me interrumpió Kael.
— Está bien. Iba a empezar