El sonido del ruido la despertó. Hugo no estaba a su lado, Iris se sentó en la camilla, mientras sostenía su cabeza por el ligero dolor que seguía punzante. El ruido de unas voces se hacía cada vez más cercano, y escuchó como una enfermera hablaba en voz alta pidiendo de bajarán la voz.
—¿Está ahí? Queremos verla —esa voz era imposible no reconocerla. Era Theo.
—No pueden entrar todos a la vez —les advirtió la enfermera.
—¿Por qué no? —respondió Max.
—Porque no es un espectáculo, es una paciente —respondió la enfermera con firmeza, cruzándose de brazos.
—Solo queremos asegurarnos de que está bien.
La enfermera suspiró, como quien repite la misma batalla todos los días.
—Pueden pasar de a uno. Cinco minutos cada uno. Y si la alteran, se van.
—Yo entro primero —dijo Theo. Sin esperar que la enfermera diga nada más, entró en la habitación.
Al entrar, Iris quien estaba sentada en la camilla, miraba a su amiga apresurarse a su lado.
—Iris… ¿Cariño que ha pasado? Cuando Hugo me llamó salí c