Sus labios se curvaron en una sonrisa ladeada, como si le divirtiera su resistencia; sin embargo, el brillo acerado en sus ojos desmentía aquel gesto. Seguía igual de terca y altiva, con esa superioridad que él siempre había sabido doblegar… digna de su Luna. Pero, para alguien que jamás había conocido un verdadero igual, aquella insolencia resultaba poco más que una ofensa desagradable.
—¿Te atreves a desafiar a tu rey…? —susurró de forma gélida junto a su oído.
Las garras permanecían hundidas en el abdomen de Alec y, en un giro cruel, le arrancó un grito que heló la sangre de Serethia.
— ¿Por esta escoria sin valor?... Igual que ella — hubo un especial énfasis en la última palabra, como si el solo mencionarla le causara repugnancia—. ¿Qué cualidad sorprendente podría hallarse en seres tan miserables?
Serethia forcejó con todas sus fuerzas, pero el agarré en su brazo se apretó más, arrancándole un gemido ahogado. El dolor la paralizó por un instante, aunque sus ojos se desviaron al s