El celular de Alec comenzó a sonar, rompiendo el silencio cómodo que los envolvía mientras los sollozos de Serethia se iban apagando. Decidió ignorarlo, pero el sonido persistió hasta que ella se apartó un poco.
—¿Es el… celular? —titubeó, como si no estuviera segura del nombre del objeto.
—¿Estás bien? —Alec ignoró su pregunta, más preocupado por su estado, acariciándole otra vez la mejilla.
La chica asintió, restregándose un ojo, y Alec hizo el mismo gesto después de mirarla por algunos segundos. Le dio un beso rápido en los labios, y sacó el aparato de su bolsillo. Al ver el nombre de Leo en la pantalla, frunció el ceño; dudó unos segundos, con el pulgar suspendido sobre la superficie, y al final apagó la pantalla.
El celular volvió a sonar, vibrando en su mano. Se echó el cabello hacia atrás con un suspiró cansado y miró a Serethia, como si quisiera preguntarle algo. Sin embargo, en ese instante, unos golpes resonaron en la puerta.
Alec desvió su atención a esta y deslizó el dedo