Sara trató de descansar esa noche, pero los sueños invadieron su mente. Todo lo sucedido se repetía como una película. Sin embargo, en esta Alessandro continuaba el recorrido de sus manos hacia el interior de los muslos de la joven y besaba sus labios con tanta pasión que la hacían sentir asfixiada.
La alarma sonó y se levantó de la cama empapada en sudor. Tardó un tiempo en reconocer donde estaba, hasta que notó que era su propio camarote en el barco. —Cierto —susurró y comenzó a vestirse para el día de hoy. Cubrió su cuerpo con un largo batín, no le gustaba ver su espalda, las mariposas y flores cubrían viejas cicatrices. Necesitaba tratar de hacer tiempo con él y ganarse su confianza o sería asesinada por Xiao. Iba a ponerse un bikini, pero la marca en su espalda saldría a la luz, por lo que usó una truza enterisa de color verde. Ese color resaltaba hermosamente con su cabello escarlata. Por sobre esta se lanzó una túnica de flores rosadas y rojas a forma de pareo que no llegaban más abajo de la mitad de sus muslos. Una pamela negra y estaba lista para la piscina del barco. Pidió una piña colada, nada de tragos fuertes luego de lo de anoche. Beber debía ser con moderación a partir de ahora. El lugar estaba repleto de personas semidesnudas con trajes de baños ajustados y cuerpos perfectos. "Se nota que son lobos", pensó Sara hasta que vio a un omega regordete, aunque tierno. —¡Cuidado por donde vas! —dijo un hombre enorme al chocar con el gordito y tirarle la bebida arriba. —Lo siento —respondió el chico. —Nada de "lo siento", deberías recoger lo que botaste en el suelo con tu lengua. Que no te de asco, eres más asqueroso que el suelo, Luis —le dijo el hombre al gordito y lo empezó a empujar por el hombro una y otra vez haciéndole retroceder a la piscina. Parece que quiere lanzarlo. Sara reviro los ojos y desde la espalda le echó su bebida al hombre molesto. —Ups, parece que me confundí. Este no era el basurero —dijo Sara con ironía y el hombre dejó de prestarle atención al gordo. —¡Qué te pasa! —dijo el hombre molesto, pero sus palabras fueron interrumpidas por un botellazo de Sara en la cabeza antes de que se voltease. —¿Estás loca! —dijo una de las mujeres y se agachó a tratar de despertar al tipo calvo y molesto—. ¡Veras cuando despierte, te va a matar! —Ya, claro, que lo haga —dijo Sara y jaló al gorditos del brazo para sacarlo del borde de la piscina—. Vete de aquí y aprende a defenderte, niño. Las palabras de ella sonaron duras hacia Luis. No las dijo por mal, simplemente le recordaba demasiado a una ella pequeña donde no le quedaron muchas buenas oportunidades para tomar. No tuvo ni siquiera eso, infancia. —Gracias... —dijo el gordito y luego sonrió ampliamente—. Oh, perdona por tocarte. Le retiró la mano para no molestar a Sara. —No seas idiota —respondió ella y le tomó la mano—. Soy Sara, un gusto y... mejor vamonos. El calvo del sueño estaba recién abriendo los ojos y los de seguridad venían a buscar a Sara. —Señorita, venga con nosotros —dijo el guardia de seguridad y a Sara no le quedó opción, mas qué ir con ellos. 💋♠️💋♣️💋💋♠️💋♣️💋💋♠️💋♣️💋💋♠️💋♣️💋 La sala donde la llevaron era calurosa y muy pequeña. Solo había una mesa de por medio y dos sillas a los extremos opuestos. Ella estaba sentada en una y el guardia en la otra. —Debe pagar los diez mil euros qué cuesta la botella qué rompió —le repitió el guardia. —No fui yo... —respondió ella agitando su mano en la mejilla para ganar algo de aire. —¿No, y quien fue? —dijo el calvo. —La calva de ese hombre fue la que chocó con la botella, mi mano solo la guió hasta ahí —respondió ella y colocó los brazos debajo de su escote para acentuarlo. Los ojos del guardia solo iban ahora ahí y al pie de ella que rozaba el interior de sus muslos sin previo aviso—. ¿No lo cree...-leyó la placa de su uniforme- Gomez? —No sabía que te gustaban estas cosas —dijo una voz ronca desde la puerta a la espalda de Sara. El guardia se puso firme al recibir a Alessandro D’amont, alguien que no cualquiera lograba ver en persona. —No sabes nada de lo que me gusta —dijo Sara y se levantó de la silla para voltearse a verlo. —Déjanos solos —ordenó Alessandro y el guardia salio como un rayo—. Romper botellas, parece una. También coquetear con cualquiera. ¿Debí dejarte sola esa noche en el callejón? Va y te gustaba. La voz de Alessandro parecía molesta, por algún motivo que Sara no comprendía. —Claro, como esas cosas no te pasan a ti. Tú eres más radical, simplemente... —Se llevó los dedos a la cabeza simulando una pistola—. Disparas y ya. —¡Eres una mal agradecida! —replicó Alessandro golpeando la mesa con la palma de sus manos y atrapando a Sara en el medio. —Los favores se pagan caro, por eso los odio —susurró Sara, impactada por el reciente ruido a sus costados y el rostro de Alessandro frente a al suyo. Se recreó en sus ojos grises y la respiración se le agitó como nunca. Llevó sus manos al borde de la mesa y con la presión trató de controlarse. Los ojos de Alessandro por algún motivo se veían más claros que nunca bajo ese gris. Entrabrió los labios cerca de los de Sara conteniendo sus instintos que lo querían llevar a poseerla. —No toques a nadie... —le dijo Alessandro como un susurro, parecía implorar desde su perdición ante el aroma de la dama. Se negaba a ser tentado sin más por la extraña nueva condición de Sara. —¿Oh qué? —dijo Sara, totalmente seducida por él. Su mirada no paraba de viajar de los ojos de Alessandro a sus labios. Levantó el pulgar y lo deslizó suavemente por la boca del hombre como si la saboreara, pero este le quitó la mano agarrando su muñeca. Las manos de Alessandro se colocaron en la cintura de Sara. Luego una de ellas comenzó a subir por su abdomen hasta llegar al centro de sus senos y rozar ambos pezones con el dedo meñique y el gordo. Al final, la mano terminó en el cuello de ella y sirvió de apoyo para levantar su cabeza. —Lo mataré —respondió él. El aroma de la sangre era muy fuerte, ese que era de alguien muy importante. Alessandro no debía estar cerca de Sara, si quería mantener la cordura. Ella pudo tomarlo como una bella declaración para nada literal. Pero algo se lo impedía, y eso era la seriedad del rostro de Alessandro y su propia voz fría. "¿Por qué tanto interés?", se cuestionó Sara, sin saber exactamente que efectos tenía esa extraña poción.