Mundo de ficçãoIniciar sessãoAlessandro se aferró a la cintura de Sara y poseyó sus labios como si estuviese sediento de ellos desde que la conoció de frente en ese callejón.
La acercó a su cuerpo y la sensación no tuvo nada que ver con algo vivido antes. Era electeizante, sus labios sentían un hormigueo al tacto con los de ella. Incluso su pecho parecía que quería salirsele del cuerpo como nunca antes. "¿Qué demonios me pasa?", se cuestionaba él y por inercia cerró los ojos sin separarse de ella. Sara se separó suavemente, confundida. No por que había pasado, sino por la suavidad y el deseo dulce con el que Alessandro la besó. No fue algo asqueroso, tampoco forzado, se sintió incluso raro para ella el como no lo llevó mucho más allá. Él se apartó de ella y la ayudó a bajar de la silla. Un silencio incómodo inundó la habitación hasta que alguien llamó a la puerta. —Mejor me voy —susurró Sara y se llevó los dedos a los labios. Tampoco entendía por que se le aceleró el corazón ante el tacto de Alessandro. No era una niña, había hecho eso demasiadas veces, incluso algunas le gustaría poderlas borrar. —Quédate —dijo él y la tomó de la muñeca—. Pasa. La persona del otro lado de la puerta se adentró en el cuarto. Era Laurence con una bata de transparente roja cubriendo su cuerpo. El bikini que usa es muy delgado y revelador. —Pensé que estabas solo —dijo ella y apretó la copa de champagne qué llevaba en su mano y el puño en la boca de la botella. La última, por suerte, no se rompió como la copa. —Solo vine a visitar a Alessandro —dijo Sara, aun confundida de sus pensamientos. —No tengo cabeza para tus juegos hoy, Laurence —respondió Sandro y se llevó la mano a la frente—. Ve a cambiarte. —No, si ya veo que estás bien acompañado... Tampoco tengo intenciones de molestar —dijo Laurence y dejó caer los cristales de su mano al suelo con sangre mesclada. Parece que se cortó por la presión que hizo. De sus ojos empezaron a salir lágrimas más que fingidas para los ojos de Sara. —Espera, deja ayudarte con eso —dijo Alessandro y se acercó a Laurence. Ella sonrió dulcemente como si hubiese ganado, pero Alessandro le entregó un sobre con dinero—. Ve a la enfermería, pagaré los gastos médicos de tu herida. Tengo cosas que hacer. Tras sus palabras, se marchó. Dejó solas a las dos jóvenes en su cuarto, donde no pasó mucho tiempo y su secretario se apareció para sacarlas del lugar y cerrar la puerta. —Eres una zorra —le dijo Laurence a Sara, quien ya se iba. —¿Perdona? —cuestionó Sara. —Lo que escuchas. Alessandro se había fijado en mí al subir al crucero, pero por tu culpa de loca de las apuestas, se fijó en ti. Solo basta que pierdas un juego para que ya no valgas nada, zorra —le dijo Laurence a Sara. —Sí. Aun así, que lástima para ti que yo sea una zorra. A ellas no les molesta hacer esto —tras hablar, Sara le dio una bofetada fuerte en la mejilla derecha a Laurence—. Podré ser de lo más bajo, pero no tienes derecho a hablar de mí. Laurence va a atacar a Sara, pero esta reacciona a tiempo. Si se termina volviendo un enfrentamiento físico, Sara tiene las de perder, por humana. —¡Si me golpeas Alessandro se va a molestar! ¿Quieres que eso pase? —dice Sara como la zorra que le habían llamado—. Eso creí. Laurence golpea el suelo con su tacon rojo y maldice a espaldas de Sara. Lo que ellas no sabían, es que esto se volvería algo mucho peor. Irían mucho más lejos que solo un encontronazo. 💋❤️💋❤️💋❤️💋❤️💋❤️💋❤️💋❤️💋❤️ Sara se sentó en su habitación y trancó la puerta. Se aseguró de que no hubiese nadie cerca y prendió el micrófono que puso en el traje de Alessandro. De esa forma, pudo enterarse de su conversación. —¿Tienes todo listo? —dice la voz de Alessandro del otro lado del micrófono. —Sí, esta noche estaremos llegando a la isla Rabit —dice una voz masculina, muy parecida a la que tenia el hombre de la mujer amarrada. —¿Tienes listas las presas? —cuestiona Alessandro. —Si, serán liberadas horas antes de que bajen los participantes. Solo se podrá cazar con garras y dientes. De esa forma, la chica que decías no pasará —dice el extraño sádico. —Me pregunto, si podrás hacer algo... ¿Qué crees, pequeño conejo? —dice Alessandro como si hablase con Sara—. Se que me escuchas. Te acabo de dar una pista. ¿Podrás ganarle a lobos reales en una competencia de caza, mi pequeño conejo? Tras esas palabras, un fuerte pitido se sintió en el micro. Alessandro lo tiró al suelo y pisó para cortar la línea. Descubrió lo que hacía Sara.






