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Capítulo 3: "Un aroma problematico"

Sara fue guiada por un hombre lobo que dejaba al descubierto sus ojos color ámbar. Aquí todos lucían así, nadie ocultaba las bestias qué son. Ella se sentía observada y como algunos susurraban a sus espaldas.

No entendía por qué.

—Si desea, puede dejar sus cosas en la habitación y salir a cubierta para la despedida en el puerto. Es algo bello de ver, incluso habrá fuegos artificiales —le comentó el guía. Debía ser un Beta, dado su cuerpo tan débil en comparación con los alfas.

—No me interesan las luces ni las despedidas —respondió Sara con una inocente sonrisa. Las odiaba, pero por sobre todo, no habría nadie para despedirla. Fuera de su hermana, ya no tenía a nadie.

Por otro lado, debía aprovechar ese tiempo para revisar los alrededores ya que no habría tanta gente.

—Entonces podrá descansar hasta la cena de las diez de la noche, participante —dijo el señor. La última palabra le resultó llamativa, pero se debería deber a los juegos que se llevarían a cabo. Apuestas, ella no sabía aún hasta que punto llegarían—. A las 12 de la noche empieza el primer juego.

—Lo tendré en cuenta —respondió ella.

Su habitación, al ser abierta, reveló un enorme espacio. Una cama imperial en el medio de la habitación y un balcón pequeño al mar. El baño estaba separado y poseía un jacuzzi negro y rojo perfecto para dos. Sobre la mesa de noche había una botella de vino y un equipo pequeño de música yacía al lado del minibar.

—Si me disculpa —dijo el lobo y se retiró dejándola sola.

Sara se sintió por un momento como una princesa de esos cuentos que logró escuchar en la primaria cuando aún tenía a su madre. Miró cada rincón y tras un salto inocente se dejó caer sobre la cama para hacer un ángel de nieve.

—¡Es comodisima! —gritó de alegría y abrazó la almohada para hacerce llena de paz al menos por unos minutos. Luego corrió al minibar y tomó el saca corchos de la puerta para descorchar la botella de vino. Se la empinó y comprobó que quera de la mejor calidad posible—. Los ricos si que viven en otro mundo.

Primera vez que había probado algo así. Ya se preguntaba que servirían en la cena.

¿Qué tanto de todo esto sería gratis? Deben haber partes donde haya que pagar, pero de lo del "todo incluido", no escatimaría.

—Un baño —susurró al sentir cómo aun la sangre se escurría en un mal aroma entre sus poros. Seguía sintiéndose sucia por lo que había pasado unas pocas horas antes.

Corrió a la ducha y se frotó el cuerpo tanto como pudo. Puso una canción de Taylor Swift y entonó las notas como si no hubiese un mañana.

Al rato se vistió y puso un vestido corto negro y plataformas a juego para salir a explorar.

"¿Cómo percibiran mi aroma los lobos después de esa cosa que me hizo beber Xiao?", se preguntaba.

Miró los corredores del área Vip y solo una habitación resaltaba en el fondo. Se aseguró de que nadie la mirase y caminó recta hasta la puerta solo para encontrarla abierta.

Los gemidos de una mujer escapaban desde el interior sumida en un placer acalorado y que dejaría húmedas las bragas de cualquiera. Sara observó un poco más allá y vio una espalda ancha enorme de la cual unas uñas rojas la arañaban.

—¡Sigue, me falta muy poco...! —gritaba una belleza de cabellos rubios en bucles y con el maquillaje corrido—. Me encantas, Alessandro.

Sara escuchó ese nombre y cerró la puerta. Estaba viendo algo que no debería y su corazón se aceleró por esa imagen de placer. Para ella el sexo siempre había sido trabajo y ni siquiera había podido lograr un rogasmo. Se le hacía raro que alguien pudiese disfrutarlo así.

La voz de la mujer estalló en un gemido descontrolado y el sonido ronco de la voz de Alessandro igual. Sara, asustada, cerró la puerta y está la delató con un "click" que para nada pasaría desapercibido ante el agudo oído de un alfa.

—Mierda —susurró y se mandó a correr por el pasillo, retirando sus zapatos para evitar hacer ruido.

La puerta se abrió y ella empezó a rezar para que él no revisase el doblar del pasillo. Sentía los pasos de Alessandro viniendo hasta ella.

Tac... Tac... Tac...

Junto con ese ritmo bailaba su corazón.

—Puedo olerte... Tu aroma es muy extraño, pequeño conejo —dijo Alessandro como si estuviese cazando a su presa—. ¿Tendrás el valor de aparecer delante de mí o huiras llena de terror?

Sara se planteó mil opciones.

Huir ya no era una de ellas.

Debía darle la cara.

Debía hacerlo en algún momento.

Se colocó sus tacones y arregló el cabello. Debía cazarlo ella a él y no al revés, o moriría en este juego.

Salió de detrás de la columna y con una sonrisa ladina enfrentó al hombre que solo portaba un pantalón a medio abrochar delante de ella. El sudor aún corría por su piel y las venas se encontraban hinchadas. Los ojos le brillaban de un gris como la misma luna llena y ella... ella solo podía contener la respiración para no caer ante esa escultura griega.

—Sus ruidos no me dejaban dormir —sentenció Sara.

¿Cómo enamorar a una bestia?

—Ponte tapones para los oídos —le dijo Alessandro y se acercó a ella. Sara trató de no retroceder, sin embargo, su cuerpo se erizó al sentir como le olisqueaba el cuello—. ¿Quién demonios eres?

Las palabras de Alessandro parecían ocultar algo más, pero iban dirigidas a la sangre que bebió Sara.

—Solo soy especial —dijo ella con confianza.

La mano de Alessandro la tomó de las mejillas y le hizo abrir la boca. Sara sintió miedo por un momento, él le sacaba cuarenta centímetros de diferencia con respecto a su metro sesenta.

—Solo lo diré una vez más, ¿De donde saliste, pequeño conejo? —susurró él y parecía estar controlandose. Sus colmillos germianron de su boca y se le veía molesto ante la presencia de Sara por esa extraña condición.

—¡Alessandro! —le llamó la rubia desde la habitación, parecía haberse recuperado de su faena. La mujer era hermosa, ojos azules, cuerpo de modelo y piel perfecta. ¿Cómo competir contra ella?

—Debo ir a trabajar —respondió él y soltó a Sara, sin embargo, no volvió a la habitación, solo se perdió en el pasillo.

Sara lo observó marchar y luego su atención pasó a la rubia, la cual parecía mirarla ahora con molestia. Por haber interrumpido su momento.

Alessandro se cubrió la nariz tratando de borrar el aroma de Sara de esta. Se le hacía irresistible y por culpa de ello, terminó poseyendo a otra mujer para no romper su puerta mientras ella se bañaba.

—Me dará problemas... debería asesinarla cuanto antes —susurró Alessandro y se cambió de ropa en otra habitación.

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