El viento del norte traía un frío agudo que calaba los huesos, pero la manada avanzó con paso firme. Kaeli marchaba al frente, erguida sobre las rocas partidas del sendero, su capa ondeando como un estandarte oscuro. Daryan la seguía de cerca, asegurándose de que nadie quedara rezagado. Tras ellos, Serenya y Thalen intercambiaban miradas en cada recodo, Selin y Marek escudriñaban los riscos con ojos atentos, y Eiren caminaba con Ilya a su lado, en un silencio que ambos compartían como abrigo contra la incertidumbre. Un grupo de Ekhar completaba la comitiva, portando antorchas y señales de alianza, dispuestos a unirse a la contención del enemigo si se acercaba por las gargantas interiores.
Habían dejado atrás el campamento en la ladera del Paso del Aullido, donde algunos compañeros se habían quedado para cuidar a los heridos y mantener viva la memoria de los que no continuarían. La luna menguante se alzaba en el cielo como un faroliego pálido, y la distancia hacia la fortaleza de Rhoan