La carta que Elara había enviado días atrás, sellada con cera negra y escrita en código ancestral, llegó a su destino: la Fortaleza de Neryth, bastión de los clanes del este. Allí, donde la luna apenas se asomaba entre montañas de piedra y niebla, los líderes de los linajes exiliados aún recordaban el nombre Kalei con temor y odio.
La respuesta llegó al amanecer, traída por un cuervo de ojos rojos.
Elara lo recibió en su habitación, sola. Rompió el sello y leyó en voz baja:
> “El linaje ha despertado. La luna ha elegido. Si no se rompe antes de la unión, el ciclo se reiniciará. Envíanos su sangre. O prepárate para la caída.”
Elara apretó el pergamino entre los dedos. No era una petición. Era una amenaza. Y también… una oportunidad.
*
Mientras tanto, en el ala norte de la mansión, los sabios del clan Volkov se reunían en el Salón de los Ecos. Daryan presidía la reunión, con Kaeli sentada a su izquierda. Aunque aún no había gestación, los ancianos sabían que el vínculo con la luna la ha