La mansión Volkov despertaba con lentitud. El aire estaba tibio, cargado de aromas florales que se colaban por los ventanales abiertos. Kaeli caminaba por el corredor principal con una ligereza nueva, como si el hechizo de protección hubiese liberado algo más que su sangre: su deseo de vivir.
Desde que regresó del bosque de Elaren, algo había cambiado. No en el mundo. En ella.
Cada vez que veía a Daryan, su cuerpo respondía con una energía distinta. No era solo respeto. No era solo admiración. Era atracción. Silenciosa, profunda, inesperada.
Lo observaba en los entrenamientos, cuando su cuerpo se tensaba al lanzar órdenes. Lo escuchaba en las reuniones, cuando su voz se volvía grave y firme. Lo sentía cuando pasaba cerca, cuando sus dedos rozaban los suyos por accidente, cuando sus ojos se detenían un segundo más de lo necesario.
Kaeli no sabía si él lo notaba.
Pero Lyara sí.
*
—Estás mirando mucho —dijo Lyara, mientras ambas recorrían el jardín lunar.
Kaeli se giró, fingiendo inocenc