51• Confía en mí.

Si alguien me hubiera dicho que algún día me preocuparía por el bienestar de Dean Hoffman, me habría reído en su cara. Era absurdo. Y aun así, cuando caí al suelo a su lado y lo vi desplomarse, el mundo se me encogió. El dolor en mi cuerpo dejó de importar. Me giré hacia él como pude, con las manos temblando, viendo su rostro volverse pálido y su pecho levantarse apenas, lo suficiente para recordarme que todavía estaba vivo.

Toqué suavemente su rostro, rozándole la mejilla con los dedos.

—Dean… —susurré, con la voz quebrada.

Nada. Ni un parpadeo. Ni un gesto.

El pánico me subió por el pecho, caliente y brusco, justo cuando escuché las voces de las enfermeras acercarse a toda prisa.

—Señorita, por favor, háganos espacio —ordenó una de ellas.

Pero yo no podía moverme. No podía dejarlo solo. No después de verlo caer. No después de sentir cómo se apagaba entre mis manos.

Sentí las manos de Jeff sujetándome mientras intentaba incorporarme. Me temblaban las piernas, pero aun así giré la ca
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