33• No dejaré que nada te toque, tesoro.
Su pecho subía y bajaba con fuerza, como si también acabara de llegar corriendo. Llevaba la camisa un poco abierta, y el cabello revuelto.
—¿Qué demonios pasa, Thalía? —preguntó, su voz grave, cargada de preocupación. Sus manos aún me sostenían por los brazos, cálidas, firmes.
Por un instante, no pude responder. Solo lo miré, intentando procesar que estaba allí, que había vuelto, que no era una alucinación del miedo.
—H-había… una tarántula —logré decir al fin, aún sin aliento.
Él frunció el ceño, como si no supiera si reír o enfadarse, y bajó la mirada un segundo, comprobando que estaba temblando. Su expresión cambió por completo. Se suavizó.
—Tranquila… ya estoy aquí. —Su voz se volvió un susurro ronco, casi una promesa. Luego, inclinándose un poco hacia mí, añadió con ese tono que parecía hecho para quebrar cualquier defensa—. No dejaré que nada te toque, tesoro.
En ese instante, con el corazón latiendo a mil, entendí que lo más peligroso en esa casa no era lo que se escondía en l