18• No tenía otra opción.
Lo miré de reojo. No lo decía con arrogancia ni con lástima. Lo decía con cansancio. Con verdad.
Y pensé que Dean jamás habría dicho algo así. Él no pedía disculpas. No mostraba debilidad. Daryl sí.
—No creo que este sea un mundo para nadie —murmuré al cabo de unos segundos—. ¿Te gusta lo que haces?
Él soltó una pequeña exhalación, algo entre una risa seca y un suspiro.
—No se trata de gusto. Es lo que la vida escogió para mí —dijo con la mirada perdida—. He visto muy de cerca lo que pasa cuando crees que puedes cambiar tu destino. Y si tú lo supieras, también pensarías como yo… o como mi hermano.
Sus palabras me dejaron pensando. No sabía si hablaba desde la resignación o desde el miedo, pero, de cualquier modo, sonaban demasiado sinceras.
—¿Entonces estás de acuerdo con lo que me ofrece? —pregunté, con la voz más suave de lo que pretendía—. Nuestro acuerdo… o más bien, mi única salida.
Daryl desvió la mirada, apretando la mandíbula.
—Tal vez no tenga sentido para ti —dijo al cabo—,