Al otro lado de la ciudad, entre luces y copas, Maritza danzaba. No para olvidar a Alan. Si no para recordarse que aún era ella.
Y que, aunque el corazón duela, a veces… es necesario dar un paso atrás, para tomar impulso.
El alcohol quemaba, pero no tanto como la memoria.
Maritza rio. Una carcajada breve, descompuesta. Golpeó la mesa del club con los nudillos, derramando un poco de su trago. La copa tintineó al rozar el borde. Sus labios, antes perfectamente delineados, ahora estaban manchados de rojo y dolor.
—Otra —pidió al mesero, arrastrando la voz.
—Mujer… ya —murmuró Nelly, acercándose para quitarle la copa—. Esto no te está ayudando.
—¿Ayudarme? —repitió Maritza con la mirada nublada y una mueca torcida—. Nada me ayuda, Nelly. No cuando algo dentro de ti se rompe y nunca vuelve a encajar.
Lucía, que hasta ese momento había estado bailando con una sonrisa apagada, se acercó y se sentó junto a ellas. Había notado la fragilidad en los ojos de Maritza desde hacía rato. No era el ti