DÍAS DESPUÉS
El crepúsculo teñía el cielo de tonos dorados y púrpuras mientras los invitados comenzaban a llenar la majestuosa sala de eventos de la empresa. Afuera, los jardines estaban iluminados con lámparas cálidas que desprendían una luz tenue, casi romántica. Dentro, el mármol blanco del suelo reflejaba los destellos de las arañas de cristal, y el murmullo elegante de los asistentes mezclaba risas discretas con el tintinear de copas de champán.
Mesas redondas decoradas con centros de mesa florales en tonos azul y plata se distribuían con simetría perfecta. Todo parecía sacado de una revista de alta sociedad. Era una noche de celebración, de reconocimiento, de apariencia... hasta que el silencio se apoderó del lugar.
Las puertas dobles al fondo de la sala se abrieron de par en par. Al principio, algunos solo voltearon por reflejo, pero en segundos, los murmullos cesaron, las risas murieron en los labios, y los rostros se tensaron con incredulidad. Alan Cisneros, el hermano de Adr