Vanessa
Estaba conversando con mi padre en el jardín, un lugar perfectamente cuidado, con arbustos recortados al milímetro y flores tan vivas que casi parecía que fingían belleza. Por otro lado mis pensamientos estan lejanos. Desde anoche él no apareció en toda la mañana. Su desaparición me inquietaba, aunque fingiera que no me importaba. No voy a negar que me quedé preocupada. Ese comportamiento tan errático, tan esquivo, dejaba un eco raro en mi cabeza. ¿Qué está pasando realmente?
—Que se muera si quiere —murmuré con rabia.
“Mentira. No quieres que se muera”, me respondió esa maldita voz interna, esa que siempre logra descifrar mis verdaderos sentimientos.
Me crucé de brazos, molesta. ¿Por qué me estaba afectando tanto esto? ¿Por qué carajos me importaba?
—¿Hija? —la voz de mi padre me sacó bruscamente de mis pensamientos—. Te veo muy pensativa… ¿Sucede algo?
Lo miré de reojo y me obligué a sonreír.
—Todo bien… ¿y tú?
—Estoy muy feliz. El Señor nos trata como si fuéramos reyes, ¿n