Dorian
Al llegar al hotel, entramos en la suite. El ayudante dejó nuestras compras y, tras darle una propina, cerré la puerta detrás de él. Apenas lo hice, me quité la ropa sin pensarlo. Vanessa me miró con los ojos bien abiertos, sorprendida. No le di tiempo a reaccionar: avancé hacia ella, la tomé entre mis brazos y, con movimientos firmes, le quité cada prenda. Intentó protestar, como siempre, pero no se lo permití. No quiero lastimarla, nunca lo haría… pero necesito que entienda quién manda. Necesito que me respete.
Cuando por fin la tuve completamente desnuda frente a mí, la observé en silencio. Joder… su cuerpo. Tan condenadamente hermoso que me incendia por dentro, me quema como una maldita caldera a punto de explotar. La deseo. La necesito. Pero hoy no quiero lo de siempre, quiero algo distinto, algo salvaje.
La tomo de la mano sin darle oportunidad a hablar y la arrastro conmigo, saliendo desnudos hacia la piscina. Ella se detiene en seco, asustada.
—¿Qué haces, Dorian? ¡Nos