El pequeño teléfono viejo, sin aplicaciones, sin rastros de la modernidad que rodeaba la mansión Romanotti, era un bloque de hielo en mi mano. El mensaje parpadeaba en la pantalla monocromática.
La última frase, “Elimínala. Es el único cabo suelto,” era una bala fría que se alojaba en mi pecho. Me señalaba directamente. No era una pieza de ajedrez, era una falla en el sistema que debía ser erradicada.
Lo que me congeló por completo no fue el mensaje en sí, sino dónde lo había encontrado.
Este era mi estudio. El lugar que Félix me había asignado. El escritorio era antiguo, pero el teléfono estaba escondido bajo un montón de papeles en el cajón que yo usaba.
¿Qué hacía este teléfono aquí?
Mi mente, entrenada para desentrañar tramas, empezó a correr a toda velocidad.
Hipótesis 1: Es una trampa. Luca o Félix lo dejaron aquí intencionadamente. ¿Para qué? ¿Para probar mi lealtad? ¿Para que, al encontrarlo, me diera cuenta de que el peligro me rodeaba y me aferrara a ellos?
Hipótesis 2: Es u