Luca dio un paso hacia mí, con esa sonrisa de depredador que me hacía temblar las rodillas.
—Encontramos mierda, tesoro. La mierda está flotando cerca de casa.
Félix lo cortó, impasible.
—Encontramos lo que ya sabíamos, Abigail: un ratón. Un traidor que ha estado vendiendo información. La reunión de esta tarde en la costa fue una prueba. Confirmamos que la filtración viene desde el círculo interno.
Mi pulso se disparó. Me aferré al borde del escritorio para mantener la calma. El teléfono en mi bolsillo trasero se sentía como una placa de plomo.
—¿Filtración de qué? —pregunté, forzando la ingenuidad—. ¿De sus negocios?
Luca rio, sonó como un ruido seco y amargo.
—Ella lo pregunta como si habláramos de un informe financiero. Sí, de nuestros negocios. Nuestros envíos, nuestros contactos, y lo más importante…
Se detuvo y sus ojos me devoraron con una intensidad que era tanto amenaza como deseo.
—Nuestra seguridad. La tuya, Abigail. El ratón nos quería muertos, pero no sin antes asegurarse