La habitación principal de la mansión era amplia y elegante, pero a pesar del lujo que la rodeaba, Anne sentía una extraña calidez, como si el espacio se adaptara a lo que estaba ocurriendo entre ellos. No era la primera vez que estaban tan cerca físicamente, pero sí la primera vez que había verdadero deseo, no solo compromiso.
Alexander la observó unos segundos más mientras ella se acurrucaba en la cama, con la sábana cubriéndole apenas el cuerpo. Aún no podía creer lo hermosa que se veía así, sin maquillaje, con el cabello ligeramente revuelto, y los ojos brillando de emoción contenida.
—No pensé que esta habitación pudiera parecer tan viva —dijo él en voz baja, quitándose el reloj, la camisa y quedando solo con los pantalones oscuros.
—¿Viva? —preguntó ella, levantando una ceja con curiosidad.
—Sí —respondió mientras se sentaba en el borde de la cama—. Es como si ahora tuviera un alma. Quizás eras tú la que faltaba aquí para darle sentido.
Anne sonrió. No respondió. No necesitaba h