Anne se sentía ligeramente arrepentida por haber pasado la noche con él, aunque, en el fondo —más precisamente, en su corazón— algo le decía que no había sido un error. Aun así, no podía evitar el miedo a lo que pudiera venir después.
Había revisado algunos correos electrónicos y mensajes que una de las secretarias le había enviado. Al parecer, una de las inversiones a cargo de Edward no había generado las ganancias previstas. De hecho, las cifras reflejaban pérdidas millonarias. Al ver los números, su rostro se tornó pálido.
—¿Cómo se pudo perder tanto dinero? ¿Qué salió mal en la inversión?
Sintió a Alexander despertando a su lado. No quiso moverlo, aunque la inquietud la consumía. Necesitaba saber cuánto daño había causado la ineptitud de su tío. Era urgente convocar a la junta directiva.
—¿Qué haces despierta tan temprano? —preguntó mientras la besaba en el cuello.
Ella inclinó la cabeza, dejándose llevar un momento por la caricia.
—¿Trabajando desde temprano? —insistió él.
—Sí. H