Y como si todo estuviese a favor de thiago. Ahora les correspondía un viaje de negocios muy importantes que aunque Jimena quisiera negarse a ir no podía.
El viaje había sido largo, pero no tanto como las horas de silencio que lo acompañaron. Desde que salieron de la ciudad, Jimena se había sentado junto a la ventanilla del avión, los brazos cruzados y la mirada fija en el horizonte, como si pudiera encontrar allá afuera una excusa para no verlo. Tiago, en cambio, la observaba de reojo, capturando cada cambio en su postura, cada respiración más profunda de lo normal.
El evento de beneficencia se celebraría en una ciudad costera famosa por su lujo discreto y su atmósfera de exclusividad. Al llegar al hotel, un edificio de fachada de mármol blanco y ventanales que dejaban ver un lobby decorado con orquídeas frescas y candelabros de cristal, Jimena sintió que la presión en su pecho aumentaba.
—Bienvenidos al Hotel Costamar —dijo una recepcionista de sonrisa impecable—. Sus habitaciones e