Los días pasaban volando y para thiago era una situación muy mala. Sentía que todo se podía escapar de sus manos con la llegada de su tío. Pero decirle la verdad, lo alejaría sin duda algún ay él, no estaba preparado para eso. No lo quería así.
Mientras tanto. Jimena despertó con la sensación de vacío instalada en el pecho. Se estiró entre las sábanas de seda, esperando ver el nombre de Tiago iluminando la pantalla de su celular. Pero no había nada. Ni un “buenos días”, ni un emoji, ni siquiera un visto. Revisó sus chats, sus llamadas, y la ansiedad comenzó a crecer como una hiedra venenosa trepando por su estómago.
—¿Tan ocupado estará que no puede escribir ni dos palabras? —susurró para sí misma, con un deje de molestia disfrazado de decepción.
Trató de convencerse de que no debía tomarlo personal, que Tiago no era suyo. Pero esa voz racional fue enterrada bajo una oleada de inseguridad que la hizo dejar el celular boca abajo sobre la mesa.
No fue a la empresa. Se permitió, por prim