NAIN
La cadena que tenía entre mis manos... era inconfundible. Oro viejo, el dije en forma de luna creciente. Mi padre la llevaba siempre, como símbolo de su liderazgo, de nuestra sangre. Juraba que era un amuleto de protección heredado por generaciones.
—No puede ser... —susurré, como si hablarlo en voz alta pudiera hacerlo menos real.
Esa cadena había desaparecido el día que mi padre murió. Lo buscaron por todas partes, incluso creyeron que los enemigos la habían tomado como trofeo de guerra.
Y ahora estaba en mis manos… junto a una nota, escrita con una caligrafía firme y desconocida:
"Tu padre mintió. Esto es solo el comienzo."
Tragué saliva. El corazón me latía con fuerza. No por miedo, sino por una furia que comenzaba a enroscarse dentro de mi pecho como una serpiente.
¿Mentiras? ¿De qué clase? ¿A qué se referían?
Di unos pasos, aún con la cadena en la mano, y la rabia aún latiendo en los dedos. Busqué a Tamir.
—¿Quién trajo esto?
—Alfa… apareció en la frontera, lo dejó un dron