Adara dudó, pero la voz sutil de Irina la empujó a actuar, ocultaba su verdadera intención. Al salir de la camioneta, Adara sintió una presencia extraña en el aire. Un peso en el pecho, como si algo estuviera por ocurrir.
En ese momento, varios hombres encapuchados aparecieron de entre la maleza, rodeándola rápidamente. Adara retrocedió, el miedo se reflejó en sus ojos. No había forma de escapar, no había manera de luchar.
—¿Qué... qué está pasando? —preguntó con su voz quebrada por el pánico.
Irina sonrió, pero no fue una sonrisa de amistad. Fue una sonrisa cargada de veneno. Cambió por completo.
—Te creíste que estabas a salvo, pero no sabes nada, Adara. Esto tiene que terminar. Vladislav no puede salvarte. Vladislav es solo mío.
Adara sintió un sudor frío recorrer su frente. El terror comenzaba a invadir su mente. No entendía qué estaba ocurriendo, pero algo en su interior, algo que no había sentido antes, comenzó a despertar. La loba que estaba en calma dentro de ella.
Irina obser