El interior de la ciudad élfica era como un sueño antiguo hecho realidad. Cada piedra, cada árbol, cada rincón parecía respirar historia y magia. Vladislav observaba con curiosidad, asombrado por la belleza de aquel lugar, pero al mismo tiempo sentía una creciente inquietud en su pecho. Había algo en el aire, una vibración en la tierra, que lo ponía en alerta. Contrario a sus vagos recuerdos de destrucción, la ciudad de los elfos estaba mucho más viva de lo que había imaginado.
Adara caminaba a su lado, sus ojos brillaban con una mezcla de fascinación y confusión. Aunque ella intentaba mantenerse serena, Vladislav podía sentir cómo la conexión con el lugar la estaba afectando profundamente. Había algo en este lugar que despertaba algo en ella, algo que ni siquiera ella parecía comprender del todo.
—Este es un lugar sagrado —dijo Eryndor en un tono de voz grave que resonó en la caminería de piedra—. Aquí no solo se guardan los secretos del pasado, sino también el destino de los elfos y