La mansión Drakos estaba envuelta en una calma inquietante, como si la misma tierra respirara una tensión que nadie podía disimular. Aunque la disputa interna de la manada parecía estar en su punto más álgido, el aire en la mansión se sentía más denso, como si todo estuviera esperando una chispa que desatara el caos. Vladislav caminaba por los pasillos de su hogar, con la mirada fija en nada en particular. Había algo en su interior que lo atormentaba; el vínculo con Adara se había fortalecido más de lo que había anticipado, y la incertidumbre lo devoraba.
Se detuvo frente a una ventana que daba al jardín trasero, donde la luz de la luna iluminaba el terreno con un resplandor plateado. Desde allí, podía ver las sombras de los árboles meciéndose suavemente con el viento. La imagen era casi tranquila, pero en su interior no podía encontrar paz. Su mente no dejaba de volverse hacia el reciente conflicto dentro de la manada. Algunos miembros no aceptaban a Adara. El rumor de que ella era l