Adara se detuvo un momento frente al juzgado, respirando profundamente antes de dar el siguiente paso. Blade la observaba con una calma que solo él lograba transmitir, en medio del desastre que aparentaba ser ante su normal y evidente personalidad impulsiva, y también a pesar de la tensión palpable que se desbordaba en el aire. El paso que estaba por dar no solo era hacia el enorme monstruo arquitectónico que representaba el edificio judicial, sino hacia un terreno desconocido, donde la profesionalidad y las emociones se cruzaban de manera peligrosa, al que en el pasado ingresaba como si llegara a casa, pero que en ese instante se le presentaba como un nuevo desafío.
El timbre del teléfono de Blade sonó con insistencia en su bolsillo. Sin mirarlo, contestó con un gesto que parecía más un hábito que una reacción consciente.
—¿Sí? —dijo en un tono de voz firme como siempre.
Adara, sin saber por qué, se tensó. El sonido del teléfono había despertado algo dentro de ella, algo que aún no