Las palabras seguían lloviendo en su mente, y Adara sintió una creciente desesperación. Cada pensamiento de Christian era más oscuro, más cruel. «Si el jurado tiene alguna duda, simplemente eliminaremos esas dudas. No dejaré que un hombre como él camine libre. Adara no puede saber lo que realmente es. Es mejor que se pudra en prisión».
Esa última parte del pensamiento la alertó. No entendía nada, pero parecía involucrarla. Adara sintió una presión insoportable en su pecho. La verdad ya no importaba. Aceptó que Vladislav le estaba diciendo la verdad cuando le dijo que él era inocente de los cargos. Todo se estaba construyendo sobre mentiras, sobre una trama perfectamente tejida para destruir a Vladislav. El poder de la mentira, la fuerza de la manipulación, el control absoluto que Christian parecía tener sobre todos los involucrados en el caso, era lo que realmente la aterraba. «Si tengo que destruirlo, lo haré. No hay nadie que me detenga».
La violencia que emanaba de esos pensamiento