En medio de su mente atribulada por la ausencia del recuerdo que no atinaba a traer a su presente y sabía que estaba ahí en algún lado, se sentía inquieta.
«Tú que parece saber todo de mí, ¿dime por qué me siento así?» le preguntó a su loba.
Aunque no acepta su naturaleza, sabía que estaba ahí, y por primera vez en medio de la desesperación que el recuerdo ausente le producía actuó casi por impulso, necesitaba una respuesta. Algo que le ayudara a salir de la ansiedad que le estaba agobiando.
«Primero que nada debes centrar tu mente, estás dispersa, solo si tratas de enfocarte y aceptar la realidad podrás verla como tal»
La respuesta de su loba no le pareció correcta, no era lo que esperaba, y así sin más descartó a su loba, y trató de enfocarse en el trabajo.
Dio varias respiraciones profundas y soltó un largo suspiró como para recomponerse.
Adara dejó que el silencio de su despacho la envolviera. Afuera, la ciudad vibraba con su ruido incesante, pero allí dentro todo parecía suspend