«¿Qué desencadenó esto? ¿Por qué él está tan fuera de sí?», se preguntaba mientras lo miraba a lso ojos enrojecidos.
El rostro de Vladislav, ahora completamente distorsionado por la rabia, se acercaba aún más, como una sombra, y su mirada era tan intensa que le hacía sentir la opresión en el pecho.
Vladislav respiró profundamente, la furia que lo invadía era tan visceral como su naturaleza. Sentía cómo su control se desvanecía, como si una fuerza más grande que él lo empujara a seguir una ruta que no podía detener. No admitía que nadie de su círculo le diera la espalda valiéndose de la confianza, y mucho menos Adara, a quien había comenzado a ver como una pieza esencial en su vida, a quien le estaba dando un lugar privilegiado. Pero esa creencia parecía estar desmoronándose, quebrándose bajo las dudas y los secretos que,según su apreciación ante los hechos, ella ocultaba.
—Dime ahora, Adara —pidió Vladislav con voz rasposa, como si las palabras salieran de su boca llenas de veneno—. ¿