Ariana
El frío no se va. Está metido en mis huesos, como si mi cuerpo supiera que ya no hay nada a lo que aferrarse.
La lluvia me ha seguido como un mal presagio desde que salí de su habitación. Me repetía que no iba a llorar, que no iba a mirar atrás, que no iba a arrastrar mi orgullo por el suelo por alguien que vendió a mi familia como si fueran piezas de ajedrez. Pero aquí estoy, con la ropa empapada, el alma en ruinas y el corazón apretado como un nudo imposible.
No puedo volver a casa. No después de enterarme de lo que hizo.
Thomas. Mi primo. La única figura masculina que me protegió cuando todo se derrumbaba. Lo entregó. Lo ofreció como sacrificio por una tregua estúpida. Por una guerra que no tiene sentido. Por un poder que cada día me parece más sucio.
Y lo peor de todo es que lo entiendo. Lo entiendo. Maldita sea, lo entiendo.
Y eso es lo que más me rompe.
Porque sé que Killian no lo hizo por ambición ni por crueldad. Lo hizo para protegerme. Para evitar más muertes. Para de