Ariana
El sabor de su boca todavía está en la mía.
Y me odio por ello.
El viento frío me azota el rostro cuando llego al límite del bosque, justo donde el sendero de piedra anuncia el regreso a casa. A mi jaula. A la realidad.
Camino con pasos firmes, aunque por dentro me estoy desmoronando.
Cada árbol que dejo atrás parece susurrarme su nombre. Killian. Cada ráfaga de viento, cada trino apagado por la tormenta que empieza a calmarse, me recuerda que lo besé primero… y que después, lo besé más fuerte. Que lo golpeé. Que lo deseé. Que no huí.