Killian
Las noticias llegaron antes del amanecer, envueltas en el aliento helado de un mensajero que apenas logró mantenerse en pie frente a mi puerta. El suelo aún estaba cubierto de escarcha, y la sangre en su ropa no era suya. Venía de las lindes del bosque, donde los espías de mi manada habían desaparecido uno a uno como hojas arrastradas por el viento.
—Los Moretti se están movilizando. —La voz del chico tembló más de lo que debería.
Me quedé en silencio un segundo. Solo uno. Porque después de eso, todo dentro de mí rugió.
—Despierten al consejo —ordené—. Ahora.
No grité. No necesitaba hacerlo. Todos sabían