La sala de repente se convirtió en un silencioso espacio lleno de penumbras, temor, miedo, celos y llanto. Sí, mientras Javier está de pie a unos metros de ellos, Valentina llora al sentir la presión del arma que amenaza con arrebatarle la vida.
—¿Que quieres a cambio de ella?— Preguntó Javier. Dispuesto a darlo todo por su familia.
—No quiero nada material. Solo a ella y a mis hijos.
—¡Deja de llamarlos así, ellos son mis hijos!
Javier estaba alterado y no podía permitir que otro se adueñara de lo suyo.
Una fuerte carcajada resonó e hizo eco dentro de aquella sala casi vacía.
—No eres merecedor de ese título. ¿Acaso estuviste presente cuando los trillizos dieron sus primeros pasos? ¿Acaso ayudaste a Valentina a alimentarse cuando ella no podía? No, verdad. Y, ¿aun así vienes y te haces pasar como el héroe? Déjame decirte que te ves muy patético.
¡Devuélveme a los niños! El vuelo saldrá dentro de una hora y no nos podemos retrasar—. Exigió Gallardo.
—Si quieres a mis hijos, los tendrá