Cap. 95. Jugando a ser Maite.

Narrador omnisciente:

Parada en la acera, frente al banco del que acababa de salir, Marina, vestida y peinada exactamente como su hermana Maite, giró sobre sus tacones con una sonrisa de triunfo.

En la mano sostenía un grueso fajo de billetes de cien euros. Lo alzó con una lentitud teatral y lo acercó a su rostro, inhalando su aroma como si fuese perfume de diseñador. Cerró los ojos, exhaló con placer, y murmuró con esa mezcla de cinismo y envidia que le atravesaba el alma:

—Ay, hermana… si pudiera quedarme con esta vida tuya en absoluto, lo haría sin pensarlo.

El sol le acariciaba el rostro, la brisa movía con suavidad el cabello de su peluca perfectamente alisado, y durante un instante se sintió invencible.

Hasta que desde el fondo de su bolso, oculto tras su billetera y un paquete de chicles, vibró el celular.

Al ver el nombre en la pantalla, la sonrisa se le esfumó.

“Yannis”. Ese malnacido que la había sacado de prisión, pagando su fianza … ahora la llamaba.

Rodó los ojos con f
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