Epílogo. Entre babitas y cartas.
Un año después.
Cuando nació Adrianita, Maite pensó que su carrera había terminado. Que su papel ahora era ser madre, esposa, guía…
Pero fue Alexandros quien le tomó el rostro entre las manos y le dijo con firmeza:
—No renuncies a tu sueño. Hazlo por ti. Y hazlo por ella… para que sepa que una mujer puede ser madre y estrella al mismo tiempo.
Y no estuvo sola. Alexandros, Damian, Gianna, Gael, Celine, Ariadna… incluso el propio Javier. Todos se convirtieron en su red, su equipo y su fe.
Con el tiempo, las ofertas empezaron a llegar. Pequeños papeles. Luego, un protagónico. Y cuando se dio cuenta, estaba caminando por una alfombra roja.
Y todo… sin dejar de ser madre.
Maite no podía creerlo, ni siquiera mientras lo vivía.
En solo un año, había alcanzado lo que parecía imposible durante tanto tiempo. Se convirtió en una actriz reconocida en Hollywood. Y no solo reconocida, sino aclamada.
Su rostro adornaba marquesinas, sus palabras eran citadas en entrevistas, y su interpretación en un